Este planteamiento nace, al igual que el punk, del descontento. Y en forma de protesta.
Porque aún siendo una persona pacífica y que siempre busca el lado bueno de las cosas, no puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo unxs cuántxs convierten la disciplina de la salud en un territorio VIP donde en lugar de expertos nos encontramos con personajes de poder, famosos y actores de este juego, buscando prestigio.

Alimentación glamourosa, marcas y enaltecimiento de productos caros y poco asequibles para el público de a pie.

Todo esto está creando un nuevo tipo de terapia clasista, tanto por el precio de las consultas en sí como por la prescripción de pruebas y/o suplementos de alto coste que no siempre son necesarios.
Sí, un test de microbiota puede ser maravilloso y arrojar mucha información en ciertos casos, pero no es necesario siempre y para todo el mundo. Son pruebas muy caras que los profesionales de la salud solo deberíamos mandar en casos realmente necesarios.
Y en cuanto a las pautas que se prescriben, no estoy a favor de pedirle a una paciente que tiene 2 hijos y un trabajo con horario de oficina que saque 2h al día para dedicarlas a modificar sus ya de por sí apretadas rutinas. Se intenta que el paciente lleve una vida perfecta que suele ser inalcanzable. Yo lo que intento es que el paciente sea más libre en lugar de que esté más condicionado.

Pautas como la dieta cetogénica, el ayuno intermitente, las dietas low-carb, el entrenamiento de alta intensidad… todas pueden tener muchos beneficios y de hecho en consulta las utilizo, pero solo tienen sentido si se contextualizan en el individuo.